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Santidad y solo Dios - San José Allamano

De sus Misioneros exigía siempre el máximo, sobre todo en este ámbito. La santidad era condición para la misión: “primero santos, después misioneros”, (a las hermanas) “buenas no basta; mejores, no es suficiente; ¡excelentes!”; “Sí. ¡Solo Dios! ¡Todo de Dios, todo por Dios, todo en Dios!” (Los quiero así p.134). “¡Miremos siempre hacia el cielo! Nuestra mirada debe estar siempre allí: ¡Solo Dios! (Los quiero así, p.149).

En cambio, en el imaginario común, se pensaba a la misión como una hacer, realizar algo construir, fundar… siempre todo se dirigía hacia la actividad. José Allamano, en cambio apuntaba mucho hacia la “pasividad”, en el acoger los valores, en promover siempre el hacer (es clara la imagen de la “cuenca” que usaba seguido en sus conferencias).

Mons. Vacha Emilio, sacerdote turinés, en ocasión del proceso de beatificación del Allamano nos ha dejado un significativo testimonio:

Es significativo que los editores de “Los quiero así” hayan puesto como primer capítulo: “Finalidad del instituto: Santidad y misión”. El Allamano de hecho quería que la santidad estuviese siempre en primer lugar: “Misioneros y Misioneras sí, pero santos”. Fue el leitmotiv de toda su enseñanza. Ya que las citas al respecto desbordan, se propone solo una: «Alguno cree que ser misionero consiste solo en predicar, en correr, bautizar, salvar almas; no, ¡no! Esto es solo el fin secundario: santifiquémonos primero nosotros y después los otros. Mientras uno más santo es, más almas salvará» (Conf. IMC. III, 258) (de su manuscrito). “Todos dicen que vinieron a hacerse misioneros; en cambio no: primero de todo ustedes deben decir: ¡vine a hacerme santo!” (Conf. IMC, III, 659)

El texto de las Constituciones de IMC, tras las huellas de las enseñanzas del Fundador, delinea brevemente el camino para realizar la vocación misionera: “El fin que nos caracteriza en la Iglesia es la evangelización de los pueblos; lo realizamos para la gloria de Dios y en la santidad de vida, según el modo entendido por el Fundador, cuando decía: “Primeros santos, después misioneros” (Const. n. 5)

Algunas características del estilo de santidad según José Allamano

San José Allamano no solo se nutría él mismo de las enseñanzas y de los ejemplos de los Santos, sino que quiso dárnoslos como protectores y patrones. El libro “Eligiendo flor por flor” de P. Pavese Francesco nos lo demuestra ampliamente. Él quería que nosotros no solo rezáramos a nuestros Protectores para pedir su intercesión, sino que ellos se convirtieran en nuestros modelos de vida e inspiración para vivir la misión.

Padre Allamano quería que nos ayudáramos a hacernos santos; también por esa razón quiso darnos el espíritu de familia como una característica del Instituto. Desde el tiempo del Fundador el llamado a la santidad siempre ha resonado con fuerza y actualidad en nuestros Institutos. Basta recordar el bienio sobre la santidad, celebrado en los años 2006-2008. Como fruto hemos tenido la bella publicación “El misionero de la Consolata, santo” (2012). De nuestras Direcciones Generales llegó después un fuerte llamado a “hacernos santos juntos”. “La santidad no es solo un “asunto personal” ni solo fruto de un camino personal. Como la misión tiende a la comunión con Dios y entre nosotros, así la santidad de vida se alimenta de la comunión y lleva a la comunión; ideal muy querido al Fundador que nos exhortaba: «Todos juntos nos ayudaremos a hacernos santos»…”

La santidad del Allamano tiene un timbre fuertemente cristológico: Jesús es el modelo por excelencia de la santidad apostólica. En este aspecto el Padre era muy claro, tanto que indicaba a Jesús como modelo de cualquier virtud. De tal modo el Fundador apuntaba directamente a Jesús en su camino hacia la santidad: seguir a Él, aprender de Él, imitar a Él, hacerse uno con Él en la Eucaristía. Jesús era siempre el punto de referencia constante de su vida y quería que lo fuera también para sus discípulos.

Después de la beatificación de José Cafasso, quien se nos ha dado como protector especial, Allamano hace un comentario interesante: «El heroísmo de su vida consiste en la constancia. El heroísmo no consiste en los milagros, sino en vencerse, en estar siempre ahí firme en el buen querer, en no perder el tiempo: esto es asunto nuestro. Yo admiro cada día la vida de este hombre, porque no fue a los saltos, no, siempre anduvo derecho; su camino era ése y … adelante; y esto lo realizó toda su vida. Siempre la misma fe, el mismo amor a Dios y al prójimo; siempre prudente, siempre justo, siempre el mismo… no le falta nada […], él iba siempre adelante; hacía siempre todo bien». (cfr. Los quiero así p. 178).

Para la reflexión personal

“El misionero de la Consolata, santo” Roma 2012

Los quiero así”, cap. 1

F. Pavese, “Eligiendo flor por flor” Roma 2012

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